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.A pesar del salario de miseria y las terribles condiciones de traba¡o, estos trabajadores expresan"pánico" ante la idea de "verse en la calle", porque piensan que pasarán una época muy difícilencontrando un nuevo empleo.Tal como un trabajador expresaba:"El miedo al despido del empresario es hoy peor que la represión bajo Franco".Es una verdadprofunda que durante el periodo franquista los trabajadores se hallaban en una condición colectivacomún, unificada por una ideología política y "de clase" común.La dictadura, aunque represiva, 33solía afectar a un pequeño número de trabajadores y las víctimas eran con frecuencia reintegradasen su puesto, o al menos tenían el apoyo de toda la fábrica.Los jóvenes trabajadores temporales de hoy no tienen seguridad en el empleo, y apenasorganizaciones colectivas o apoyo: están atomizados y son vulnerables a los dictados delempresario, que tiene el sostén legal del Estado, el cual apoya sus arbitrarias acciones.Hoy ladictadura del mercado es un enemigo más formidable de los trabajadores temporales que el régimenrepresivo de Franco, con su mano de obra estable y su mercado laboral en expansión.Pocostrabajadores temporales expresan sentimientos de solidaridad con sus colegas.Entre los eventualeshay un sentido de competencia y desconfianza, condicionado por las escasas posibilidades de unempleo "permanente".En relación con los trabajadores fijos mayores, hay una mezcla de envidia y resentimiento a partirdel hecho de que "se ocupan de sus propios intereses" y tienen empleo protegido, y de vez encuando un cierto reconocimiento de los esfuerzos de los sindicatos por conseguir empleo fijo.Debido al miedo profundo a que cualquier expresión de solidaridad de clase pudiera contrariar a losempresarios, la mayoría de los trabajores temporales evitan unirse a ninguno de los sindicatos (o seunirán al sindicato "colaboracionista") o, si de veras se "afilian", ocultan su pertenencia.Fundamentalmente la estrategia es aparecer como un empleado súper trabajador y "con espíritu deempresa", dispuesto a trabajar fuera de horas y a evitar relaciones conflictivas con el empresario.Sin embargo, cuando hay una huelga, especialmente si el grueso de los trabajadores son fijos, loseventuales se unen a regañadientes a la misma, aunque sin desempeñar ningún papel destacado.Enparte, siguen el ejemplo de los trabajadores mayores, y temen que les estigmaticen comoesquiroles, aunque expresan poca simpatía por las demandas salariales de los otros cuando suproblema básico, la seguridad en el empleo, no forma parte de la lucha.La pasividad general de los trabajadores temporales, no obstante, se rompe cuando sus contratos seacercan a la renovación o están a punto de concluir.Confrontados con el despido inminente, aldarse cuenta de que todos sus esfuerzos por ser trabajadores "leales" no dieron como fruto elempleo fijo, no es raro que los eventuales se organicen, expresen abiertamente su descontento y seacerquen a los sindicalistas más militantes pidiendo ayuda.En la mayoría de los casos, sinembargo, su arrebato de "acción de clase" es efímero.A pesar de algún apoyo de los trabajadoresfijos y de los sindicalistas, la experiencia de la lucha colectiva ha dejado a los eventuales con pocoen lo referente a "conciencia de clase".En vez de eso, hay rabia contra los jefes y cinismo hacia lossindicatos y los trabajadores fijos "que se ocupan de si mismos".En cierto sentido, el "despido"refuerza, más que una radicalización, el sentido de aislamiento y una visión del mundo como algoregido por el interés propio más egoísta.Como excepción, una minoría expresa un cierto respetopor la valentía y la solidaridad de los militantes en una batalla perdida de antemano (especialmentecuando un sindicato o un grupo de trabajadores fijos "dieron la cara" por ellos).En caso de que lasluchas hubieran conducido a la inauguración de situaciones de empleo fijo, no es infrecuente quealguno de los antiguos trabajadores temporales se afilien a los sindicatos que llevaron la lucha.Noes éste siempre el caso, sin embargo.Un número considerable de eventuales que se convirtieron enfijos, una vez han asegurado el empleo no se afilian a ningún sindicato o se unen a un sindicatoconservador, en parte porque ofrecen "favores personales" o porque están interesados en hacerhoras extraordinarias y aumentar su poder de consumo.Aunque el empleo fijo es un estatus muy deseado por los trabajadores jóvenes, la mayoría estáninsatisfechos con su trabajo y tienen poca identificación con la fábrica o nada que se parezca a una 34cultura de la clase obrera.El empleo es un sitio donde trabajas, ganas dinero y te socializas en otraparte.En contraste con sus padres, que sentían una identidad u orgullo de formar parte de unafábrica bien conocida, de ser miembros de un sindicato, y tenían amigos cercanos en el trabajo,para la mayoría de los trabajadores jóvenes el trabajo es un aburrimiento, el sindicato "está ahí", ycon los compañeros compartes una cerveza o no.La cuestión es hacer tiempo hasta el fin desemana o las vacaciones de verano, o comprarse un equipo de alta fidelidad.La consecución del"empleo fijo", cuando no se ha obtenido a través de la lucha colectiva, tiende a "confirmar" laactitud "conformista-consumista" entre los trabajadores temporales.Sin recibir una "perspectiva declase" de la familia, el barrio o los amigos, y sin haber formado parte de una lucha políticaequivalente al antiguo movimiento antifranquista, muchos jóvenes trabajadores fijos sucumbenfácilmente a la ideología individualista del "sólo miro por mí".Sin embargo, a una minoría dejóvenes trabajadores les han influido los viejos obreros militantes, se han vuelto activos en elsindicato y, en algunos casos, han salido elegidos como "delegados" de fábrica.En ciertos casos,esto obedece a lazos previos con movimientos políticos o sociales, o porque los sindicatos tuvieronun papel activo a la hora de asegurar empleo.En otras ocasiones, convertirse en delegado de fábricaes visto como un vehículo para conseguir tiempo libre de un trabajo aburrido, o influencia de cara aun objetivo personal, o se hace por frustración, tras alguna petición denegada.Lo que más frecuentemente se encuentra en los jóvenes militantes sindicalistas, sin embargo, es undisgusto con su trabajo y un deseo de irse a otra cosa.Dentro de la fábrica o fuera.El trabajo defábrica se ve como un medio de "ahorrar" para eventualmente abrir un pequeño negocio, editar unarevista musical o volver a la educación superior.A pesar de que el empleo fijo es un "premio" muycodiciado, una vez se consigue pierde rápidamente su "lustre" y empieza el descontento con elpuesto de trabajo.Este descontento tiene dos caras.Por un lado, da pie a soñar con otros tipos detrabajo, o a fuertes deudas por bienes de consumo.Pero, por otro lado, brinda una base para llegar aformar parte de una acción militante.Sería un error trazar hoy una línea estricta entre lostrabajadores jóvenes y los mayores.Aunque es verdad que muchos de estos últimos mostraron enel pasado mayor conciencia de clase que los jóvenes trabajadores contemporáneos, gran parte de lavieja solidaridad y sentimientos colectivos se han disipado.Muchos de los trabajadores mayoreshan sido ellos mismos alcanzados por la idiosincrasia consumista; muchos se ven enredados enfavores personales con el sindicato y la empresa a fin de asegurar empleo para sus hijos.Simanifiestan más lazos con los sindicatos y disposición a la huelga, esto suele ir ligado a estrechosintereses "corporativos".Así, mientras algunos jóvenes trabajadores fijos están disponibles para la actividad sindical,muchos trabajadores mayores han perdido gran parte de su solidaridad de clase [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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