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.Cuando terminaran, podría recobrar su cordura.Mucho másimportante era el problema de la alimentación.Hundió su cuchillo en unos de los  árbolesy, como lo esperaba, resultó firme y blando como un vegetal y no duro como si fuese demadera.Cortó un trozo y ese gigantesco organismo vibró hasta su tope; era como podersacudir el palo mayor de una nave a toda vela con una sola mano.Lo llevó a su boca y,aunque casi carecía de sabor, no era desagradable, y por unos minutos masticó contento.Pero masticaba y masticaba y nada sucedía.Era imposible tragarlo y sólo podía usarsecomo la goma de mascar.Entonces se resignó a utilizarlo en esa forma, a ese y a muchosotros trozos después, y eso fue mejor que nada.Resultaba imposible proseguir la huida como una huida; inevitablemente, degenerabaen una caminata sin dirección ni rumbo, vagamente impulsada por la búsqueda dealimentos.Y esa búsqueda no era nada metódica, ya que desconocía si habría comida para él en Malacandra y también cómo reconocerla como tal, si la hubiera.Se llevó ungran susto esa mañana cuando, al atravesar un espacio bastante abierto, vio un enormeobjeto gigantesco, amarillo, luego dos y luego una multitud, acercándose a él.Antes delograr escapar, se encontró en medio de un rebaño de enormes animales cubiertos conlargo pelo, algo parecidos a jirafas pero con la particularidad de que podían pararse sólosobre sus patas traseras y avanzar trechos en esa posición.Eran más esbeltos y muchomás altos que las jirafas, y comían las hojas de las altas legumbres purpúreas.Lo vieron ylo miraron fijamente con grandes ojos acuosos, relinchando con ruidos graves y profundospero aparentemente sin intenciones hostiles.El apetito que demostraban era voraz.Encinco minutos habían mutilado las copas de varios cientos de  árboles y eso dejó paso ala luz del sol.Luego, siguieron su camino.El episodio tuvo un efecto infinitamente reconfortante para Ransom, ya que le demostróque en el planeta existían otros seres vivientes además de los sorns.Había visto un tipode animal bastante presentable, al cual quizá se podía domesticar y cuyo alimento elhombre posiblemente podría compartir.¡Si le fuera posible trepar a esos  árboles ! Mirabaen derredor buscando algún medio de hacerlo, cuando notó que la devastación causadapor los herbívoros había abierto un claro arriba a través del cual pudo ver una colecciónde los mismos objetos blanco verduzcos que había observado del otro lado del lago alaterrizar.Esta vez estaban mucho más cercanos y se los veía tremendamente altos, de maneraque tuvo que echar su cabeza hacia atrás para poder ver su parte superior.Teníanaproximadamente la forma de la especie PYLONS, pero sólidos, de diferentes alturas yagrupados en forma aparentemente desordenada.Algunos terminaban en puntas, ydesde allí, se veían agudas como agujas, mientras que otros, después de angostarse enla parte superior, se expandían otra vez formando esferas o plataformas que, a sus ojosterráqueos, parecían iban a caer de un momento a otro.Notó que los costados eran másásperos y marcados con fisuras que lo que le había parecido al principio, y entre dos deellos, observó una línea inmóvil pero zigzagueante de luminosidad azul, queindudablemente, era una distante caída de agua.Fue esto lo que lo convenció de queesas cosas, a pesar de su rarísima configuración, eran montañas.Y con esedescubrimiento, lo extraordinario de lo que veía fue para él una sublime revelación.Aquíse confirmaba, fehacientemente, el leit-motiv de la perpendicularidad que los animales, lasplantas y el suelo obedecían en Malacandra; era una congelada explosión de rocas, quesaltaban y surgían hacia el cielo como chorros sólidos de alguna fuente de piedra, tanlivianas que, solas, se sostenían en el aire, y tan delgadas y enhiestas, que todas lasmontañas de la tierra parecerían apoyadas sobre uno de sus lados.Pero un instante después, sintió que el corazón se le detenía.Contra el pálido fondo delas montañas y muy cerca de él, porque las montañas parecían estar a escasos 300metros, apareció una forma que se movía.Enseguida se dio cuenta de qué se trataba, alverla avanzar lenta y, le pareció, sigilosamente, entre dos de las plantas comidas, con suestatura gigantesca, la delgadez cadavérica, el largo, derretido perfil de un sorn.Lacabeza era estrecha y cónica; las manos o patas, que usaba para apartar los tallos de supaso, eran delgadas, con dedos como patas de araña, y casi transparentes.Ransom sesintió seguro de que venía buscándolo, y todas estas vivencias las tuvo en lo que sólopareció un segundo de tiempo.La terrible imagen apenas se había fotografiado en sucerebro cuando Ransom echó a correr tan ligero como pudo para internarse en el espesorde la floresta.No tenía otro plan más que el de poner la mayor distancia posible entre él y ese sorn.Deseó con todas sus fuerzas que solamente hubiese uno; quizás el bosque estabapoblado de ellos.quizá tuvieran la inteligencia suficiente como para rodearlo.Pero nohabía más nada que hacer que correr y correr, con el cuchillo en la mano.El miedo lohabía activado; emocionalmente se sentía atento y alerta, y preparado, tan preparado como jamás lo estaría, para el último juicio.Su fuga lo llevó pendiente abajo a unavelocidad cada vez mayor y, pronto, el declive fue tan marcado que si su cuerpo hubieseestado afectado por la gravedad de la Tierra, se hubiera visto obligado a moverse sobresus manos y rodillas.Entonces, vio algo brillante delante de él [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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