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.- Supongo que s� - asintió Kichesipos moviendo la cabeza.Cuando el anciano se marchó ya casi hab�a oscurecido.Les dije a los esclavos que nosprepararan comida y la mujer de la capa p�rpura se acercó a nosotros mientras laest�bamos tomando.- �Os importar�a darme algo? No pude evitar olerla.Ahora soy vuestro vecino, �losab�ais?- No - contestó Io -.No sab�amos en qu� tienda estabas.- Me encuentro en la tienda del apuesto Pasicrates, pero en estos momentos no est�ah� y sus esclavos no quieren obedecerme.Apenas si hab�a suficiente alimento para Basias, Io y yo, as� que fui a la tienda dePasicrates y encontr� a sus esclavos preparando su propia comida.Uno logró huir, perocuando tuve a los otros dos bien cogidos por el cuello hice entrechocar sus cabezas, y lesorden� que nos trajeran comida advirti�ndoles que si desobedec�an otra vez a la mujer lesmeter�a la cara en los rescoldos del fuego.- �Qu� te hab�a dicho? - exclamó la mujer una vez que hube regresado a nuestratienda -.Cebada, sangre y habas.Despu�s de haber probado las habas y la cebada, creoque prefiero la sangre.Bueno, de todos modos las habas son un alimento muy apropiadopara los muertos.Le pregunt� si ten�a intención de morir.- No, pero hacia la muerte nos dirigimos.�No lo has o�do? Vamos a la ciudad para queel regio Pausanias pueda dormir con su esposa y luego al Aqueronte para que puedaconsultar con las sombras.El viaje deber�a resultar muy interesante.- �Quieres decir que visitaremos a los muertos? - le preguntó Io.La mujer asintió, y aunque tuve la vaga impresión de que en tiempos la hab�aconsiderado poco atractiva no pude sino darme cuenta de que iluminado por la hoguerasu rostro resultaba muy hermoso. - Al menos yo s� y el regente tambi�n.Tendr�as que haber visto lo contento que sepuso cuando alguien le informó de qui�n era yo.Envió a buscarme de inmediato y pens�que iba a pedirme que le conjurase unos cuantos fantasmas.- �Est� muy lejos? - preguntó Io.- �Aqueronte? No, est� solamente al otro lado de la tumba.Le dije a la mujer que no deb�a bromear con lo de ese modo.- Oh - repuso -, te refieres al camino m�s largo.No, Io, realmente no est� muy lejos.Faltan dos o tres d�as para llegar a la ciudad de los Cordeleros y luego no creo que quedemucho m�s hasta llegar al Aqueronte, siempre que nos embarquemos en el golfo tal ycomo supongo que ocurrir�.Por cierto, �podr�as prestarme un peine? Creo que heperdido el m�o.Con un gesto lleno de gracia, lo pareció extraer del aire un peque�o peine de hueso.Lamujer lo pasó por su oscura cabellera aunque, a decir verdad, �sta no habr�a podido estarm�s revuelta.- Voy a dejarlo crecer - alegó -.�Te has dado cuenta de que los Cordeleros lo llevantodos muy largo? Se lo peinan solamente antes de la batalla o eso he o�do decir.�Ves?No hay ning�n alfiler envenenado.Los esclavos de Pasicrates nos trajeron un cuenco de habas, un poco de pescadoahumado, una hogaza de pan de centeno y una escudilla con vino.Le dije a Io que fueraa ver si Basias hab�a comido y al volver me informó de que estaba sediento, as� que leentregu� una copa de vino mezclado con agua y la mitad de la hogaza.- Ser�a mejor que t� tambi�n comieras algo de eso - indicó la mujer -.No creas queluego encontrar�s nada mejor.- Tengo la intención de hacerlo - repliqu� -.Pero antes, �puedo hacerte una pregunta?Tu lengua no es la m�a, y a veces tengo la impresión de que no la he aprendido tan biencomo hubiera deseado.- Claro que puedes.- Entonces, expl�came por qu� todos te llaman Euricles, siendo �se un nombre devarón.- �Ah! - dijo ella -.As� que se trata de una pregunta personal.- �Querr�s responder a ella?- Siempre que a mi vez pueda hacerte otra.- Naturalmente.- Se debe a que no han podido adivinar mi aut�ntica naturaleza.Creen que soy unhombre y t� tambi�n lo cre�ste en un tiempo que ya has olvidado.- Intentar� no revelar tu secreto - promet�.- Habla de ello si quieres - replicó ella sonriendo -.A Hipocleides le da igual, si es queconoces la expresión.En ese mismo instante Io salió de la tienda con la copa de vino llena todav�a hasta lamitad.- No quiere pan - dijo -.Habl� con sus esclavos y se lo entregu� a ellos.Me dijeron quetampoco quiso aceptarlo cuando se lo ofrecieron, pero tomó un poco de vino mezcladocon agua.La mujer llamada Euricles se estremeció.- Dado que no importa el que los dem�s lo sepan o no, �cómo debemos llamarte? - lepregunt�.- �Por qu� no Drakaina, tal y como t� mismo sugeriste? Drakaina de Mileto.Porcierto, �has o�do hablar de la batalla y de lo que hicieron los milesios despu�s de ella?- No he o�do decir nada de los milesios.�No les mandaron tierra adentro para queapacentaran cabras? Eso es lo que dijo el regente [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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