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.El otro se acostó, esperando cumplirpor la ma�ana su deseo, cuando se levantasen. 4Eran las noches de las perezosas y largas de diciembre, y el fr�o yel cansancio del camino forzaba a procurar pasarlas con reposo;pero, como no le ten�a el hu�sped primero, a poco m�s de la medianoche, comenzó a suspirar tan amargamente que con cada suspiroparec�a desped�rsele el alma; y fue de tal manera que, aunque elsegundo dorm�a, hubo de despertar al lastimero son del que sequejaba.Y, admirado de los sollozos con que acompa�aba lossuspiros, atentamente se puso a escuchar lo que al parecer entre s�murmuraba.Estaba la sala escura y las camas bien desviadas; perono por esto dejó de o�r, entre otras razones, �stas, que, con vozdebilitada y flaca, el lastimado hu�sped primero dec�a:-�Ay sin ventura! �Adónde me lleva la fuerza incontrastable de mishados? �Qu� camino es el m�o, o qu� salida espero tener delintricado laberinto donde me hallo? �Ay pocos y mal experimentadosa�os, incapaces de toda buena consideración y consejo! �Qu� finha de tener esta no sabida peregrinación m�a? �Ay honramenospreciada; ay amor mal agradecido; ay respectos de honradospadres y parientes atropellados, y ay de m� una y mil veces, que tana rienda suelta me dej� llevar de mi deseos! �Oh palabras fingidas,que tan de veras me obligastes a que con obras os respondiese!Pero, �de qui�n me quejo, cuitada? �Yo no soy la que quiseenga�arme? �No soy yo la que tomó el cuchillo con sus mismamanos, con que cort� y ech� por tierra mi cr�dito, con el que de mivalor ten�an mis ancianos padres? �Oh fementido Marco Antonio!�Cómo es posible que en las dulces palabras que me dec�asviniese mezclada la hiel de tus descortes�as y desdenes? �Adóndeest�s, ingrato; adónde te fuiste, desconocido? Respóndeme, que tehablo; esp�rame, que te sigo; sust�ntame, que descaezco; p�game,que me debes; socórreme, pues por tantas v�as te tengo obligado.Calló, en diciendo esto, dando muestra en los ayes y suspiros queno dejaban los ojos de derramar tiernas l�grimas.Todo lo cual, consosegado silencio, estuvo escuchando el segundo hu�sped,coligiendo por las razones que hab�a o�do que, sin duda alguna, eramujer la que se quejaba: cosa que le avivó m�s el deseo deconocella, y estuvo muchas veces determinado de irse a la cama dela que cre�a ser mujer; y hubi�ralo hecho si en aquella sazón no lesintiera levantar: y, abriendo la puerta de la sala, dio voces alhu�sped de casa que le ensillase el cuartago, porque quer�apartirse.A lo cual, al cabo de un buen rato que el mesonero se dejóllamar, le respondió que se sosegase, porque a�n no era pasada lamedia noche, y que la escuridad era tanta, que ser�a temeridad 5ponerse en camino.Quietóse con esto, y, volviendo a cerrar lapuerta, se arrojó en la cama de golpe, dando un recio suspiro.Parecióle al que escuchaba que ser�a bien hablarle y ofrecerle parasu remedio lo que de su parte pod�a, por obligarle con esto a que sedescubriese y su lastimera historia le contase; y as� le dijo:-Por cierto, se�or gentilhombre, que si los suspiros que hab�is dadoy las palabras que hab�is dicho no me hubieran movido acondolerme del mal de que os quej�is, entendiera que carec�a denatural sentimiento, o que mi alma era de piedra y mi pecho debronce duro; y si esta compasión que os tengo y el presupuesto queen m� ha nacido de poner mi vida por vuestro remedio, si es quevuestro mal le tiene, merece alguna cortes�a en recompensa,ru�goos que la us�is conmigo declar�ndome, sin encubrirme cosa,la causa de vuestro dolor.-Si �l no me hubiera sacado de sentido -respondió el que sequejaba-, bien debiera yo de acordarme que no estaba solo en esteaposento, y as� hubiera puesto m�s freno a mi lengua y m�s treguaa mis suspiros; pero, en pago de haberme faltado la memoria enparte donde tanto me importaba tenerla, quiero hacer lo que meped�s, porque, renovando la amarga historia de mis desgracias,podr�a ser que el nuevo sentimiento me acabase.Mas, si quer�isque haga lo que me ped�s, hab�isme de prometer, por la fe que mehab�is mostrado en el ofrecimiento que me hab�is hecho y porquien vos sois (que, a lo que en vuestras palabras mostr�is,promet�is mucho), que, por cosas que de m� oy�is en lo que osdijere, no os hab�is de mover de vuestro lecho ni venir al m�o, nipreguntarme m�s de aquello que yo quisiere deciros; porque si alcontrario desto hici�redes, en el punto que os sienta mover, con unaespada que a la cabecera tengo, me pasar� el pecho.Esotro, que mil imposibles prometiera por saber lo que tantodeseaba, le respondió que no saldr�a un punto de lo que le hab�apedido, afirm�ndoselo con mil juramentos [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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