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.Los dientes eran del tamaño de libros de bolsillo.Desde el lateral de su gran cabeza, las enormes esferas de los ojos dedicaron a Cassie una mirada de deseo.—Y hablando de los escuadrones de mutilación —señaló Via—, aquí hay algo que deberías saber.En la esquina, un letrero decía: «ZONA DE MUTILACIÓN MUNICIPAL».Cassie se detuvo e hizo memoria.Recordó el sueño.—Ya he visto eso —dijo—, o al menos algo muy parecido.—¿En una pesadilla?—Sí.Entonces la matanza se reprodujo de nuevo en su mente, volvió a ver aquella falange de demonios que se abalanzaba sobre una avenida abarrotada para desmembrar, violar y destruir.—Estas áreas están para impedir que la cosa se ponga demasiado aburrida —mencionó Via—.Sin ningún aviso previo, los escuadrones se nectoportan a una de estas zonas y desencadenan una matanza por pura diversión.—Cualquier cosa está permitida en una zona de mutilación —añadió Xeke—.Pero no te preocupes, se trabajaron esta calle no hace mucho.Probablemente no golpeen hasta dentro de un tiempo.Cassie se esforzó por sentirse segura mientras dejaban atrás el letrero y continuaban travesía abajo.—¿Qué acabas de mencionar? ¿Que se.«nectoportan»?—Es la forma de traslación espacial más avanzada.Algo similar a los teletransportadores de Star Trek, solo que aquí los hechiceros de los Laboratorios de Rais utilizan como combustible para el proceso la energía psíquica almacenada en sus factorías de tortura.Es la misma clase de energía que se usa en el Infierno en lugar de electricidad, con la única diferencia de que los nectopuertos requieren mucha más potencia.Estaban en medio de la calzada cuando Cassie preguntó:—¿Entonces esos escuadrones podrían aparecer.en cualquier momento., en cualquier punto de una zona de mutilación?—Ajá.—¿Incluso en la calle en la que estamos ahora mismo?—Ajá.Con las chanclas golpeando una y otra vez en sus talones, Cassie atravesó a la carrera lo que quedaba de calle mientras los otros se reían detrás.Al final todos salieron de la zona.—Entonces, ¿adónde estamos yendo? —preguntó Cassie.—A picar algo —respondió Xeke.El corto paseo resultó hasta cierto punto agradable, considerando que estaban en el Infierno.Por las aceras se extendían cafés al aire libre que soltaban abominables aromas por encima de los clientes.Un camarero preparó un plato in situ en una plancha de hierro al rojo vivo: pequeños roedores parecidos a ratones brincaban en la fuente, chillando, mientras él los flambeaba con aceite humeante.Las máquinas de café exprés siseaban y expelían sangre hirviente en el interior de delicadas tazas.—Ahora ten cuidado —dijo Xeke.Uno a uno pasaron con cautela por una enorme puerta giratoria, igual que la que podría haber en la entrada de un lujoso hotel de Manhattan, salvo porque los bordes de esta eran afiladas cuchillas.La piel y la sangre seca que colgaban de ellas demostraban que algunos no fueron tan cuidadosos.Poco después se sentaban en una mesa de lo que era, a juzgar por las primeras apariencias, un restaurante de lujo: la sala Alfred Packer del hotel de las Cero estaciones.—Este es el mejor restaurante de los distritos humanos —dijo Xeke—.Y por fin tenemos dinero para comer aquí.Un ayudante de camarero con un delantal en la cintura y verrugas blancas por toda la cara llenó educadamente sus vasos de agua, pero el líquido parecía lleno de orín y Cassie descubrió gusanos congelados en los cubitos de hielo.—Casi todos los segundos platos están hechos con seres humanos, pero no es esa porquería molida que sacan de las plantas de pulverización —dijo Via con entusiasmo.—¡No pienso comer carne humana! —farfulló con fiereza Cassie a uno y otro lado de la mesa.—No es lo mismo que el canibalismo en el mundo real, Cassie.—Via examinó con detenimiento una brillante carta negra que tenía borlas doradas colgando del canto—.Aquí no es más que.carne.Es una fuente de sustento cotidiana.Xeke sonrió.—Y sabe igual que el pollo.Ni siquiera el elixir de juicio podía paliar aquello.—Por favor —suplicó—.¡No comáis carne humana! ¡No delante de mí!—Supongo que lo justo es que le sigamos la corriente.—Xeke deslizó el dedo por la carta—.Umm, veamos.Los atendió una camarera bien torneada que llevaba pantalones de deporte negros y una hermosa blusa blanca de mangas abombadas.Sin embargo, la parte delantera de su rostro aparecía hundida, como si la hubieran golpeado con una cachiporra deshuesada [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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