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. Entonces ajustas la mira a donde quieres ir.Grad�as la distancia para&espera un minuto. Abrió un compartimento en el tablero de mandos similar alcompartimento de los guantes en un automóvil y sacó un grueso volumen casidel tama�o y formato del Almanaque mundial.Miró la fecha y dijo: Bien.Porun momento me tem� que el viejo Eggers no tuviera aqu� un ejemplar del �ltimoAlmanaque astron�utico, ya que no usa la nave desde hace bastante tiempo.Pero est� bien.Este es el �ltimo n�mero.Tiene las tablas; aqu� puedes ver ladistancia desde cualquier cuerpo en el Sistema Solar a cualquier otro cuerpopara cualquier minuto de tiempo durante este mes. Joe ojeó el libro y a�adió:Aqu� est�n las tablas Tierra Luna.Digamos que decides salir a las tres quince;entonces buscas la distancia aqu� y ajustas los diales para esa hora.A las tresy quince aprietas el botón.�Me sigues? Pero quiz� mi reloj va atrasado unos minutos dijo Keith.�Entonces qu�pasa? A lo mejor voy demasiado lejos y termino materializ�ndome dentro de laLuna y no fuera de ella.147 No tienes que usar tu reloj, est�pido gru�ó Joe , sino el del tablero.Esexacto a la fracción de segundo.Tiene que serlo, es rodomagn�tico. �Es que? dijo Keith. Rodomagn�tico contestó Joe pacientemente.Y de todos modos no puedesestrellarte en la Luna, porque tienes un factor de seguridad: el repulsorautom�tico.Si quieres materializarte quince kilómetros por encima de la Luna,la distancia conveniente, grad�a el repulsor para quince kilómetros y entoncesla nave se detiene quince kilómetros antes de llegar al objetivo propuesto.Ajustas el repulsor de acuerdo con el espesor de la atmósfera a la que vas allegar.Quince kilómetros para la Luna, cuarenta para la Tierra, cuarenta y cincopara Venus veinte para Marte, etc.�Comprendes? Aprietas el botón y est�s all� dijo Keith.�Y entonces qu�? Tan pronto como te materializas empiezas a caer, pero el giróscopo no te dejaperder el equilibrio.Inclinas la nave en planeo acentuado y dejas que caigahasta que las alas empiezan a sostenerte al entrar en la atmósfera.Al teneraire suficiente debajo de las alas, planeas y aterrizas.Eso es todo.Si ves queno aciertas al sitio donde quieres aterrizar o que vas a hacer un mal aterrizaje continuó , aprietas el botón del repulsor, y el repulsor te lanza atr�s a quincekilómetros de altura, y empiezas de nuevo.Y eso es todo, St.Louie.�Entendiste? Perfectamente dijo Keith.Parec�a muy sencillo.Y adem�s hab�a visto, detr�s de la compuerta deentrada, un libro titulado Manual de instrucciones, de modo que siempre pod�abuscar cualquier cosa que Joe no le hubiera explicado o que �l no hubiesecomprendido.Sacó la cartera y contó los tres mil cr�ditos que le hab�a prometido a Joe.Ahora sólo le quedaban quinientos sesenta, pero lo m�s probable es que novolviera a necesitar m�s dinero.Con el nuevo d�a o habr�a llegado a Mekky oestar�a muerto; en cualquiera de los dos casos habr�a hallado la solución de suproblema. M�s vale que me des tu pistola, St.Louie dijo Joe.No olvides que nopuedes teleportar explosivos.Explotan en la curvatura, y eso no es muyagradable cuando sucede en el bolsillo de uno.Keith se acordó de lo que hab�a le�do en el libro de Wells y supo que Joe ledec�a la verdad. Gracias, Joe dijo , por recordarme esto.Quiz� me habr�a olvidado de dejarla pistola y habr�a saltado en mil pedazos.Gracias.Entregó a Joe la autom�tica calibre cuarenta y cinco. Muy bien, compa�ero dijo Joe.Gracias, y buena suerte.Feliz aterrizaje.148Se estrecharon las manos solemnemente.Despu�s que Joe se hubo marchado, Keith tomó el Manual de instrucciones ylo estudió cuidadosamente durante media hora.El libro explicaba elfuncionamiento del aparato mucho mejor que Joe y todo parec�a incre�blementesencillo.De acuerdo con las instrucciones no hab�a ninguna necesidad (amenos que se quisiera ser innecesariamente minucioso) de usar las tablas dedistancia del Almanaque astron�utico.Se pod�an ajustar los diales para lam�xima distancia (cincuenta millones de kilómetros) y dejarlos as� siempre, yusar el repulsor autom�tico para detener la nave a la distancia adecuada delobjetivo.La graduación de los diales a las distancias exactas era solamentenecesaria cuando una nave del espacio maniobraba para acercarse a otra.Y �lpod�a arreglarse para eso, pensó Keith, permaneciendo inmóvil y dejando quela otra nave hiciese las maniobras.El planeo para aterrizar no parec�a m�s dif�cil que un aterrizaje a motorapagado en un avión convencional, con la ventaja de que, si se presentabaalguna dificultad en el aterrizaje, uno siempre se pod�a lanzar hacia atr�s yempezar de nuevo.Miró a trav�s del vidrio que cubr�a la cabina de la nave y a trav�s del techo devidrio del hangar, de la atmósfera terrestre y el vac�o del espacio, hacia lasestrellas y la Luna.�Deber�a ir ya a Saturno o le convendr�a ir a la Luna primero, para practicar?La Luna parec�a tan cercana y tan f�cil.Comparativamente al alcance de lamano.Keith no ten�a ninguna razón importante para ir all�, ya que su destinoera la flota, cerca de Saturno.Y, sin embargo, Keith sab�a que no ten�a muchasposibilidades de llegar hasta Mekky vivo, y tambi�n se daba cuenta de que siconsegu�a convencer a Mekky, y sus esperanzas se realizaban, saldr�a de all�directamente a su propio mundo, el universo que hab�a abandonado eldomingo pasado por la tarde.Y, probablemente, nunca m�s se le presentar�a laoportunidad de poner el pie en la Luna o en un planeta.�Y qu� importanciaten�a llegar media hora m�s tarde?Bien, estaba dispuesto a no ir a los planetas, pero quer�a, mientras ten�a laoportunidad, poner los pies por primera y �ltima vez en un suelo que no fueseel de la Tierra.Y la Luna parec�a ofrecer pocos riesgos.El Manual deinstrucciones que acababa de leer dec�a, en un p�rrafo acerca de la Luna, quelas tierras f�rtiles y las colonias estaban todas en el lado oculto, donde hab�aagua y la atmósfera era m�s densa.En el lado visible sólo hab�a desiertosest�riles y monta�as.Respiró profundamente y se ató el cinturón de seguridad,delante de los mandos.Faltaban unos minutos para las tres y media y miró ladistancia para esa hora en el Almanaque, colocando los diales en la posiciónadecuada.Pocos segundos antes de las tres treinta apuntó al centro de laLuna, observando el segundero del reloj rodomagn�tico (o lo que fuese) yapretó el botón.No sucedió nada, absolutamente nada.Se habr�a olvidado de mover algunapalanca en alguna parte.149Se dio cuenta de que hab�a cerrado los ojos al apretar el botón y los volvió aabrir para mirar el tablero de instrumentos.Aparentemente todo andaba bien.Observó la mira para ver si a�n segu�a centrada en la Luna.Segu�a.La Lunano estaba all�, ni la ve�a por ninguna parte.Pero por encima de su cabezahab�a una gran bola, brillando en un costado, varias veces mayor que la Luna Yno parec�a la Luna.Con un repentino sobresalto se dio cuenta de que no lo era [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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. Entonces ajustas la mira a donde quieres ir.Grad�as la distancia para&espera un minuto. Abrió un compartimento en el tablero de mandos similar alcompartimento de los guantes en un automóvil y sacó un grueso volumen casidel tama�o y formato del Almanaque mundial.Miró la fecha y dijo: Bien.Porun momento me tem� que el viejo Eggers no tuviera aqu� un ejemplar del �ltimoAlmanaque astron�utico, ya que no usa la nave desde hace bastante tiempo.Pero est� bien.Este es el �ltimo n�mero.Tiene las tablas; aqu� puedes ver ladistancia desde cualquier cuerpo en el Sistema Solar a cualquier otro cuerpopara cualquier minuto de tiempo durante este mes. Joe ojeó el libro y a�adió:Aqu� est�n las tablas Tierra Luna.Digamos que decides salir a las tres quince;entonces buscas la distancia aqu� y ajustas los diales para esa hora.A las tresy quince aprietas el botón.�Me sigues? Pero quiz� mi reloj va atrasado unos minutos dijo Keith.�Entonces qu�pasa? A lo mejor voy demasiado lejos y termino materializ�ndome dentro de laLuna y no fuera de ella.147 No tienes que usar tu reloj, est�pido gru�ó Joe , sino el del tablero.Esexacto a la fracción de segundo.Tiene que serlo, es rodomagn�tico. �Es que? dijo Keith. Rodomagn�tico contestó Joe pacientemente.Y de todos modos no puedesestrellarte en la Luna, porque tienes un factor de seguridad: el repulsorautom�tico.Si quieres materializarte quince kilómetros por encima de la Luna,la distancia conveniente, grad�a el repulsor para quince kilómetros y entoncesla nave se detiene quince kilómetros antes de llegar al objetivo propuesto.Ajustas el repulsor de acuerdo con el espesor de la atmósfera a la que vas allegar.Quince kilómetros para la Luna, cuarenta para la Tierra, cuarenta y cincopara Venus veinte para Marte, etc.�Comprendes? Aprietas el botón y est�s all� dijo Keith.�Y entonces qu�? Tan pronto como te materializas empiezas a caer, pero el giróscopo no te dejaperder el equilibrio.Inclinas la nave en planeo acentuado y dejas que caigahasta que las alas empiezan a sostenerte al entrar en la atmósfera.Al teneraire suficiente debajo de las alas, planeas y aterrizas.Eso es todo.Si ves queno aciertas al sitio donde quieres aterrizar o que vas a hacer un mal aterrizaje continuó , aprietas el botón del repulsor, y el repulsor te lanza atr�s a quincekilómetros de altura, y empiezas de nuevo.Y eso es todo, St.Louie.�Entendiste? Perfectamente dijo Keith.Parec�a muy sencillo.Y adem�s hab�a visto, detr�s de la compuerta deentrada, un libro titulado Manual de instrucciones, de modo que siempre pod�abuscar cualquier cosa que Joe no le hubiera explicado o que �l no hubiesecomprendido.Sacó la cartera y contó los tres mil cr�ditos que le hab�a prometido a Joe.Ahora sólo le quedaban quinientos sesenta, pero lo m�s probable es que novolviera a necesitar m�s dinero.Con el nuevo d�a o habr�a llegado a Mekky oestar�a muerto; en cualquiera de los dos casos habr�a hallado la solución de suproblema. M�s vale que me des tu pistola, St.Louie dijo Joe.No olvides que nopuedes teleportar explosivos.Explotan en la curvatura, y eso no es muyagradable cuando sucede en el bolsillo de uno.Keith se acordó de lo que hab�a le�do en el libro de Wells y supo que Joe ledec�a la verdad. Gracias, Joe dijo , por recordarme esto.Quiz� me habr�a olvidado de dejarla pistola y habr�a saltado en mil pedazos.Gracias.Entregó a Joe la autom�tica calibre cuarenta y cinco. Muy bien, compa�ero dijo Joe.Gracias, y buena suerte.Feliz aterrizaje.148Se estrecharon las manos solemnemente.Despu�s que Joe se hubo marchado, Keith tomó el Manual de instrucciones ylo estudió cuidadosamente durante media hora.El libro explicaba elfuncionamiento del aparato mucho mejor que Joe y todo parec�a incre�blementesencillo.De acuerdo con las instrucciones no hab�a ninguna necesidad (amenos que se quisiera ser innecesariamente minucioso) de usar las tablas dedistancia del Almanaque astron�utico.Se pod�an ajustar los diales para lam�xima distancia (cincuenta millones de kilómetros) y dejarlos as� siempre, yusar el repulsor autom�tico para detener la nave a la distancia adecuada delobjetivo.La graduación de los diales a las distancias exactas era solamentenecesaria cuando una nave del espacio maniobraba para acercarse a otra.Y �lpod�a arreglarse para eso, pensó Keith, permaneciendo inmóvil y dejando quela otra nave hiciese las maniobras.El planeo para aterrizar no parec�a m�s dif�cil que un aterrizaje a motorapagado en un avión convencional, con la ventaja de que, si se presentabaalguna dificultad en el aterrizaje, uno siempre se pod�a lanzar hacia atr�s yempezar de nuevo.Miró a trav�s del vidrio que cubr�a la cabina de la nave y a trav�s del techo devidrio del hangar, de la atmósfera terrestre y el vac�o del espacio, hacia lasestrellas y la Luna.�Deber�a ir ya a Saturno o le convendr�a ir a la Luna primero, para practicar?La Luna parec�a tan cercana y tan f�cil.Comparativamente al alcance de lamano.Keith no ten�a ninguna razón importante para ir all�, ya que su destinoera la flota, cerca de Saturno.Y, sin embargo, Keith sab�a que no ten�a muchasposibilidades de llegar hasta Mekky vivo, y tambi�n se daba cuenta de que siconsegu�a convencer a Mekky, y sus esperanzas se realizaban, saldr�a de all�directamente a su propio mundo, el universo que hab�a abandonado eldomingo pasado por la tarde.Y, probablemente, nunca m�s se le presentar�a laoportunidad de poner el pie en la Luna o en un planeta.�Y qu� importanciaten�a llegar media hora m�s tarde?Bien, estaba dispuesto a no ir a los planetas, pero quer�a, mientras ten�a laoportunidad, poner los pies por primera y �ltima vez en un suelo que no fueseel de la Tierra.Y la Luna parec�a ofrecer pocos riesgos.El Manual deinstrucciones que acababa de leer dec�a, en un p�rrafo acerca de la Luna, quelas tierras f�rtiles y las colonias estaban todas en el lado oculto, donde hab�aagua y la atmósfera era m�s densa.En el lado visible sólo hab�a desiertosest�riles y monta�as.Respiró profundamente y se ató el cinturón de seguridad,delante de los mandos.Faltaban unos minutos para las tres y media y miró ladistancia para esa hora en el Almanaque, colocando los diales en la posiciónadecuada.Pocos segundos antes de las tres treinta apuntó al centro de laLuna, observando el segundero del reloj rodomagn�tico (o lo que fuese) yapretó el botón.No sucedió nada, absolutamente nada.Se habr�a olvidado de mover algunapalanca en alguna parte.149Se dio cuenta de que hab�a cerrado los ojos al apretar el botón y los volvió aabrir para mirar el tablero de instrumentos.Aparentemente todo andaba bien.Observó la mira para ver si a�n segu�a centrada en la Luna.Segu�a.La Lunano estaba all�, ni la ve�a por ninguna parte.Pero por encima de su cabezahab�a una gran bola, brillando en un costado, varias veces mayor que la Luna Yno parec�a la Luna.Con un repentino sobresalto se dio cuenta de que no lo era [ Pobierz całość w formacie PDF ]