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.Pero no había forma de evadir al viejo, que inquiría sobre los asuntos del norte. Señor, yo vengo de Mendang.No tengo idea.¿Cómo están las cosas en Hoishi?Y el viejo contestaba, contemporizando: ¡ Igual que siempre. ¿Cheng'di? Lo mismo.¿En Hoisan?Viejo astuto, pensó Shoka.Y deseó poder sacarle algo.Pero si le preguntaba por las cosechas, sospecharía algo, como viejo zorro que era.un capitán mercenario quepreguntaba.podía tener alguna fechoría en mente, y el juez de la aldea no era la persona indicada para andardespertando sospechas.Así que Shoka bebió el té y habló de caballos, pasados y presentes.Alabó el favorito del juez.Dijo, y era verdad, que había visto las granjas del Emperador, y que en ellas no habíanada mejor, y eso último era mentira.Pero no tenía más oro, solamente la plata necesaria para poder mantenerselos días siguientes.Empezaron a discutir por los arneses.Finalmente, Shoka abrió el bolso y se quedó sin nada.Gracias a los dioses que había dejado algo con Taizu. Ése que tenéis dijo el juez es realmente un buen caballo.Supongo que no pensáis venderlo.93Al final cabalgó de vuelta, llevando de la rienda una yegua baya de tres años, una criatura con la cara blanca, unapata calzada hasta el jarrete, una delantera hasta la rodilla, una grupa poderosa y un buen pecho.No era precisamente el caballo más común de la provincia.Shoka habría preferido algo que destacara menos,pero era un buen caballo, el juez estaba ansioso por venderlo, y él por marcharse de la granja.Y Taizu, que salió a recibirlo desde la zanja y los arbustos, parecía estar exactamente como él había esperado,angustiada y pensando lo peor; pero cambió su expresión cuando echó un vistazo al caballo que le había traído. ¡Qué hermosura! Pero. Llamativa como una prostituta de pueblo admitió él.Había dudado entre dos animales, uno de los cuales eraabsolutamente común, incluso los huesos.Hice lo que pude.Es buena, sólida y está entrenada para unsoldado.Te será útil en una escaramuza. Le dio las riendas.Sube.Pruébala. ¿Podemos pagarla? Jiro es el que cerró el trato.¡Jiro! Por los dioses. Todo el oro y un intento de Jiro con la yegua baya del juez. Shoka palmeó el cuello de su caballo.Pobreviejo.Dio todo lo que tenía.¿No es cierto, hijo?Jiro todavía estaba inquieto.Jiro saltaba y corcoveaba en el lugar, y mordía el freno para conseguir rienda,mientras Taizu se presentaba a la yegua de patas blancas y morro bayo.Y la mirada que se encendió en los ojosde Taizu y la fiebre que había en sus manos llegaron al corazón de un jinete. ¡Arriba! dijo él.Sería típico de ese viejo tacaño cambiar de parecer y enviar a los guardias contranosotros.Salgamos de aquí.Ella puso el pie en el estribo, se levantó y la yegua, nerviosa por la proximidad de Jiro y la presencia de un jinetedesconocido, se corrió de lado, pero ella la detuvo.Buenas manos.Un buen asiento.Un asiento excelente. Pensé que podrías manejarla dijo Shoka.Después de Jiro. Cabalgó cerca de ella y le pasó el papel quetenía.Certificado de venta.No te separes de él.Si nos separamos por cualquier cosa, no quiero que te arrestenpor ladrona de caballos. Dioses, es hermosa. Demonios, muchacha, a mí nunca me haces esos cumplidos. Shoka guió a Jiro por el camino del dique y layegua lo alcanzó y se puso al paso al mismo ritmo, con un trote enérgico, y Jiro, el cuello estirado y los ojos enblanco, se lanzó de costado.¡Cuidado, ahí! Hombres dijo Taizu.Había un temblor en su voz.Un tipo de temblor típico del momento anterior a labatalla.Tenía los ojos muy brillantes.Las manos mantenían las riendas en una tensión leve, y la yegua intentaba aflojarla constantemente, probando alque iba en ella, coqueteando con el macho que tenía cerca, y descubriendo que su jinete sabía manejarla.Jiro, por su parte, era feliz.Más de lo que puedo decir yo, pensó Shoka amargamente, y volvió a pensar en el juez, maldito, que le habíapreguntado directamente por qué se había convertido en mercenario, a quién había servido, a quién servía en esemomento.Sengi, señor, no, pero mi padre era de Tengu, bueno, perdimos nuestra tierra, señor.No tenía futuro.Vuelvo alnorte, al Choedri, en busca de empleo.Tal vez allí.Llegaré a Cheng'di si es necesario.¿No sabe si haynecesidad de mercenarios por allí?Maldito entrometido, pensó, maldito entrometido, y el viejo seguía mirándolo y decía: Ah, encontraréis trabajo,sin duda.¿De dónde venís?Guardia de caravana, señor.Pero ya estoy cansado de lugares extraños.Vuelvo a casa.No creo.que hayacambiado mucho en los últimos dos años.No.De nuevo esa mirada rara.Dejadme mostraros una yegua que no habéis vistoBajando por las granjas de nuevo hacia el río.El asunto de la compra del caballo había llevado tres veces eltiempo que él pensaba perder, y ya atardecía cuando llegaron al puente. No quiero detenerme dentro de Ygotai había dicho Shoka, antes de haberse puesto a pensar en los caballos,y miró hacia atrás, con más y más sensación de frío en la nuca.Gracias a los dioses, todavía no se veía a nadie. ¿Qué te pasa? Era un viejo chismoso. ¿El juez? ¿Crees que te reconoció? No sé. Y entonces, ¿qué hizo? Demasiadas preguntas.¿Cómo vas? ¿Podemos seguir? Puedo cabalgar toda la noche si hace falta.No son mis piernas.¿Qué clase de preguntas? Quién era, de dónde venía.Mi nombre es Sengi.Soy guardia de caravana.Capitán de guardias de caravanas.Era un caballero, hace tiempo, tú eres mi esposa, el certificado de venta es válido.Repetimos la historia. ¡Te dije que no había que comerciar con un juez! ¡Siempre hacen preguntas! ¡Podría haberte reconocido! Los jueces de aldea no llegan a la corte.Nunca vi a este hombre antes. Tal vez no fue siempre un juez de aldea.94 Tal vez..o, tal vez. La yegua se puso a bailar, unos pasos hacia el costado y Taizu la dominó.Tal vezestuvieron vigilando para ver cuándo dejabas la montaña. ¿Todos estos años? Es una locura. Miró hacia atrás otra vez y se arrepintió más que nunca de haber elegidoun caballo llamativo.Soy un tonto.No debí haber cogido ese maldito caballo.Llamativo, había dicho el viejo.Pero mirad su línea, no sus defectos.No puedo venderla por el precio quedebería venderse.Ningún caballero como vos cabalgaría en un caballo tan.tan irregular, y no quiero que esasmarcas se perpetúen en otras generaciones.Pero para lo que vos la necesitáis.en lugar de venderla a unayudante o un capataz. No te encariñes con esa yegua.Podemos venderla más adelante, en el camino.Mientras tanto vamos a usaresas patas para poner distancia entre el juez y nosotros. De acuerdo dijo ella.Ella está bien.El que me preocupa es Jiro. Nosotros, los viejos, nos arreglamos bastante bien, muchacha. Tocó a Jiro con los talones, y Jiro no tuvoproblemas para decidir que iba a seguir adelante si la yegua también lo hacía.Y viceversa.El camino que rodeaba Ygotai era retorcido, corriendo junto a granjas y diques, entre algunos pocos edificiosdecrépitos de las afueras de la ciudad, una ciudad de unos diez mil habitantes, según recordaba Shoka por elúltimo censo del Emperador; pero no recordaba una extensión semejante de edificios abandonados y endecadencia, y la pobreza perturbó su sentido de cómo debían ser las cosas. Esta gente no estaba aquí entonces le dijo a Taizu mientras cabalgaban, dos mercenarios por los barriospobres de la ciudad; y la gente se amontonaba bajo pobres lonas, alrededor de sus hornillos, y los miraba conojos abiertos y preocupados.Los chicos no los persiguieron, no había chicos, salvo los que se quedaban sentadostratando de pasar desapercibidos entre sus mayores.Solamente había una impertinente manada de perros que,muy hambrientos, ladraron y persiguieron a los caballos, pero no por mucho tiempo.Y la gente parecía derrotada y temerosa [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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.Pero no había forma de evadir al viejo, que inquiría sobre los asuntos del norte. Señor, yo vengo de Mendang.No tengo idea.¿Cómo están las cosas en Hoishi?Y el viejo contestaba, contemporizando: ¡ Igual que siempre. ¿Cheng'di? Lo mismo.¿En Hoisan?Viejo astuto, pensó Shoka.Y deseó poder sacarle algo.Pero si le preguntaba por las cosechas, sospecharía algo, como viejo zorro que era.un capitán mercenario quepreguntaba.podía tener alguna fechoría en mente, y el juez de la aldea no era la persona indicada para andardespertando sospechas.Así que Shoka bebió el té y habló de caballos, pasados y presentes.Alabó el favorito del juez.Dijo, y era verdad, que había visto las granjas del Emperador, y que en ellas no habíanada mejor, y eso último era mentira.Pero no tenía más oro, solamente la plata necesaria para poder mantenerselos días siguientes.Empezaron a discutir por los arneses.Finalmente, Shoka abrió el bolso y se quedó sin nada.Gracias a los dioses que había dejado algo con Taizu. Ése que tenéis dijo el juez es realmente un buen caballo.Supongo que no pensáis venderlo.93Al final cabalgó de vuelta, llevando de la rienda una yegua baya de tres años, una criatura con la cara blanca, unapata calzada hasta el jarrete, una delantera hasta la rodilla, una grupa poderosa y un buen pecho.No era precisamente el caballo más común de la provincia.Shoka habría preferido algo que destacara menos,pero era un buen caballo, el juez estaba ansioso por venderlo, y él por marcharse de la granja.Y Taizu, que salió a recibirlo desde la zanja y los arbustos, parecía estar exactamente como él había esperado,angustiada y pensando lo peor; pero cambió su expresión cuando echó un vistazo al caballo que le había traído. ¡Qué hermosura! Pero. Llamativa como una prostituta de pueblo admitió él.Había dudado entre dos animales, uno de los cuales eraabsolutamente común, incluso los huesos.Hice lo que pude.Es buena, sólida y está entrenada para unsoldado.Te será útil en una escaramuza. Le dio las riendas.Sube.Pruébala. ¿Podemos pagarla? Jiro es el que cerró el trato.¡Jiro! Por los dioses. Todo el oro y un intento de Jiro con la yegua baya del juez. Shoka palmeó el cuello de su caballo.Pobreviejo.Dio todo lo que tenía.¿No es cierto, hijo?Jiro todavía estaba inquieto.Jiro saltaba y corcoveaba en el lugar, y mordía el freno para conseguir rienda,mientras Taizu se presentaba a la yegua de patas blancas y morro bayo.Y la mirada que se encendió en los ojosde Taizu y la fiebre que había en sus manos llegaron al corazón de un jinete. ¡Arriba! dijo él.Sería típico de ese viejo tacaño cambiar de parecer y enviar a los guardias contranosotros.Salgamos de aquí.Ella puso el pie en el estribo, se levantó y la yegua, nerviosa por la proximidad de Jiro y la presencia de un jinetedesconocido, se corrió de lado, pero ella la detuvo.Buenas manos.Un buen asiento.Un asiento excelente. Pensé que podrías manejarla dijo Shoka.Después de Jiro. Cabalgó cerca de ella y le pasó el papel quetenía.Certificado de venta.No te separes de él.Si nos separamos por cualquier cosa, no quiero que te arrestenpor ladrona de caballos. Dioses, es hermosa. Demonios, muchacha, a mí nunca me haces esos cumplidos. Shoka guió a Jiro por el camino del dique y layegua lo alcanzó y se puso al paso al mismo ritmo, con un trote enérgico, y Jiro, el cuello estirado y los ojos enblanco, se lanzó de costado.¡Cuidado, ahí! Hombres dijo Taizu.Había un temblor en su voz.Un tipo de temblor típico del momento anterior a labatalla.Tenía los ojos muy brillantes.Las manos mantenían las riendas en una tensión leve, y la yegua intentaba aflojarla constantemente, probando alque iba en ella, coqueteando con el macho que tenía cerca, y descubriendo que su jinete sabía manejarla.Jiro, por su parte, era feliz.Más de lo que puedo decir yo, pensó Shoka amargamente, y volvió a pensar en el juez, maldito, que le habíapreguntado directamente por qué se había convertido en mercenario, a quién había servido, a quién servía en esemomento.Sengi, señor, no, pero mi padre era de Tengu, bueno, perdimos nuestra tierra, señor.No tenía futuro.Vuelvo alnorte, al Choedri, en busca de empleo.Tal vez allí.Llegaré a Cheng'di si es necesario.¿No sabe si haynecesidad de mercenarios por allí?Maldito entrometido, pensó, maldito entrometido, y el viejo seguía mirándolo y decía: Ah, encontraréis trabajo,sin duda.¿De dónde venís?Guardia de caravana, señor.Pero ya estoy cansado de lugares extraños.Vuelvo a casa.No creo.que hayacambiado mucho en los últimos dos años.No.De nuevo esa mirada rara.Dejadme mostraros una yegua que no habéis vistoBajando por las granjas de nuevo hacia el río.El asunto de la compra del caballo había llevado tres veces eltiempo que él pensaba perder, y ya atardecía cuando llegaron al puente. No quiero detenerme dentro de Ygotai había dicho Shoka, antes de haberse puesto a pensar en los caballos,y miró hacia atrás, con más y más sensación de frío en la nuca.Gracias a los dioses, todavía no se veía a nadie. ¿Qué te pasa? Era un viejo chismoso. ¿El juez? ¿Crees que te reconoció? No sé. Y entonces, ¿qué hizo? Demasiadas preguntas.¿Cómo vas? ¿Podemos seguir? Puedo cabalgar toda la noche si hace falta.No son mis piernas.¿Qué clase de preguntas? Quién era, de dónde venía.Mi nombre es Sengi.Soy guardia de caravana.Capitán de guardias de caravanas.Era un caballero, hace tiempo, tú eres mi esposa, el certificado de venta es válido.Repetimos la historia. ¡Te dije que no había que comerciar con un juez! ¡Siempre hacen preguntas! ¡Podría haberte reconocido! Los jueces de aldea no llegan a la corte.Nunca vi a este hombre antes. Tal vez no fue siempre un juez de aldea.94 Tal vez..o, tal vez. La yegua se puso a bailar, unos pasos hacia el costado y Taizu la dominó.Tal vezestuvieron vigilando para ver cuándo dejabas la montaña. ¿Todos estos años? Es una locura. Miró hacia atrás otra vez y se arrepintió más que nunca de haber elegidoun caballo llamativo.Soy un tonto.No debí haber cogido ese maldito caballo.Llamativo, había dicho el viejo.Pero mirad su línea, no sus defectos.No puedo venderla por el precio quedebería venderse.Ningún caballero como vos cabalgaría en un caballo tan.tan irregular, y no quiero que esasmarcas se perpetúen en otras generaciones.Pero para lo que vos la necesitáis.en lugar de venderla a unayudante o un capataz. No te encariñes con esa yegua.Podemos venderla más adelante, en el camino.Mientras tanto vamos a usaresas patas para poner distancia entre el juez y nosotros. De acuerdo dijo ella.Ella está bien.El que me preocupa es Jiro. Nosotros, los viejos, nos arreglamos bastante bien, muchacha. Tocó a Jiro con los talones, y Jiro no tuvoproblemas para decidir que iba a seguir adelante si la yegua también lo hacía.Y viceversa.El camino que rodeaba Ygotai era retorcido, corriendo junto a granjas y diques, entre algunos pocos edificiosdecrépitos de las afueras de la ciudad, una ciudad de unos diez mil habitantes, según recordaba Shoka por elúltimo censo del Emperador; pero no recordaba una extensión semejante de edificios abandonados y endecadencia, y la pobreza perturbó su sentido de cómo debían ser las cosas. Esta gente no estaba aquí entonces le dijo a Taizu mientras cabalgaban, dos mercenarios por los barriospobres de la ciudad; y la gente se amontonaba bajo pobres lonas, alrededor de sus hornillos, y los miraba conojos abiertos y preocupados.Los chicos no los persiguieron, no había chicos, salvo los que se quedaban sentadostratando de pasar desapercibidos entre sus mayores.Solamente había una impertinente manada de perros que,muy hambrientos, ladraron y persiguieron a los caballos, pero no por mucho tiempo.Y la gente parecía derrotada y temerosa [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]