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.Me sent� en la diminuta habitaci�n del hotel barato que hab�amos alquilado e intent� razonar con ella, pero no sirvi� de nada.Era obstinada.Al final me dijo el motivo: volv�a a estar embarazada, y hac�a semanas que lo sab�a.Crear�a una nueva vida para ella y su beb�, y no quer�a que ning�n susurro de la Clave o la Alianza contaminaran jam�s su futuro.Me mostr� el amuleto que hab�a cogido de entre el mont�n de huesos; lo vendi� en el mercado de las pulgas de Clignancourt, y con el dinero compr� un billete de avi�n.No quiso decirme a d�nde se dirig�a.Cuanto m�s pudiera alejarse de Idris, dijo, mejor.Yo sab�a que dejar su antigua vida atr�s significaba dejarme atr�s tambi�n a m�, y discut� con ella, pero en vano.Sab�a que de no haber sido por la criatura que esperaba, se habr�a quitado la vida, y puesto que perderla en beneficio del mundo de los mundanos era mejor que perderla a manos de lamuerte, finalmente acced� de mala gana a su plan.Y as� fue como la desped� en el aeropuerto.Las �ltimas palabras que Jocelyn me dijo en aquella deprimente sala de embarque me helaron los huesos: "Valentine no est� muerto".Despu�s de que ella se marchara, regres� con mi jaur�a, pero no hall� la paz all�.Siempre hab�a un vac�o doloroso en mi interior, y siempre despertaba con su nombre sin pronunciar en los labios.No era el l�der que hab�a sido; lo sab�a.Era justo y equitativo, pero distante; no consegu�a encontrar amigos entre los seres lobo, ni una compa�era.Era, al fin y al cabo, demasiado humano, demasiado cazador de sombras, para estar en paz entre los lic�ntropos.Cazaba, pero la caza no me proporcionaba satisfacci�n, y cuando lleg� el momento de firmar por fin los Acuerdos, entr� en la ciudad para firmarlo.En el Sal�n del �ngel, bien fregada ya la sangre, los cazadores de sombras y las cuatro ramas de los medio humanos se sentaron otra vez para firmar los documentos que traer�an la paz entre nosotros.Me qued� estupefacto al ver a los Lightwood, a los que pareci� sorprender igualmente que yo no estuviese muerto.Ellos mismos, dijeron, junto con Hodge Starkweather y Michael Wayland, eran los �nicos miembros del antiguo C�rculo que hab�an escapado de la muerte aquella noche en el Sal�n.Michael, destrozado de dolor por la p�rdida de su esposa, se hab�a ocultado en su finca del campo con su joven hijo.La Clave hab�a castigado a los otros tres con el exilio: se iban hacia Nueva York, para dirigir el Instituto que hab�a all�.Los Lightwood, que ten�an conexiones con las familias m�s importantes de la Clave, escaparon con una sentencia mucho m�s leve que Hodge.A �ste le impusieron una maldici�n: ir�a con ellos, pero si alguna vez abandonaba el terreno consagrado del Instituto, se le dar�a muerte inmediatamente.Estaba dedicado a sus estudios, dijeron, y ser�a un magn�fico tutor para sus hijos.Una vez firmados los Acuerdos, me levant� de la silla y abandon� la sala, bajando al r�o donde hab�a encontrado a Jocelyn la noche del Levantamiento.Mientras contemplaba c�mo flu�an las oscuras aguas, supe que jam�s podr�a hallar la paz en mi pa�s: ten�a que estar con ella o en ninguna parte.Decid� buscarla.Abandon� a mi jaur�a, nombrando a otro para que ocupara mi puesto; creo que se sintieron aliviados al verme marchar.Viaj� como viaja un lobo sin jaur�a: solo, de noche, siguiendo las sendas apartadas y los caminos rurales.Regres� a Par�s, pero no encontr� ninguna pista all�.Luego fui a Londres.De Londres tom� un barco a Boston.Permanec� un tiempo en las ciudades, luego en las White Mountains del helado norte.Viaj� much�simo, pero me encontr� pensando cada vez m�s en Nueva York, y en los cazadores de sombras exiliados all�.Jocelyn, en cierto modo, tambi�n era una exiliada.Por fin llegu� a Nueva York con una �nica bolsa de lona y sin la menor idea de d�nde buscar a tu madre.Me habr�a resultado f�cil localizar una jaur�a de lobos y unirme a ella, pero me resist� a ello.Tal y como hab�a hecho en otras ciudades, envi� mensajes a trav�s del Submundo, buscando cualquier se�al de Jocelyn, pero no hab�a nada, ni una noticia; era como si sencillamente hubiese desaparecido en el mundo de los mundanos sin dejar rastro.Empec� a desesperar.Al final, la encontr� por casualidad.Rondaba por las calles del SOHO, al azar, y mientras permanec�a parado sobre los adoquines de la calle Broome, una pintura colgada en el escaparate de una galer�a me llam� la atenci�n.Era el estudio de un paisaje que reconoc� de inmediato: la vista desde las ventanas de la casa solariega de su familia, la enorme y verde extensi�n de c�sped descendiendo hasta la l�nea de �rboles que ocultaban la calzada situada al otro lado.Reconoc� el estilo, el manejo del pincel, todo.Golpe� lapuerta de la galer�a, pero estaba cerrada y con llave.Regres� a la pintura, y en esta ocasi�n vi la firma.Era la primera vez que hab�a visto su nuevo nombre: Jocelyn Fray.Llegada la tarde, ya la hab�a encontrado, viviendo en el quinto de un edificio sin ascensor, en aquel refugio de artistas que es el East Village.Sub� las mugrientas escaleras pobremente iluminadas con el coraz�n en un pu�o, y llam� a su puerta.La abri� una ni�ita con trenzas color rojo oscuro y ojos inquisitivos.Y luego, detr�s de ella, vi a Jocelyn andando hacia m�, con las manos manchadas de pintura y el rostro exactamente igual a como hab�a sido cuando �ramos ni�os.El resto ya lo conoces.22 LAS RUINAS DE RENWICK Durante un largo rato despu�s de que Luke acabara de hablar, rein� el silencio en la celda.El �nico ruido era el tenue goteo del agua por las paredes de piedra.-Di algo, Clary �pidi� �l finalmente.-�Qu� es lo que quieres que diga? -�Tal vez que lo comprendes? �sugiri� �l con un suspiro.Clary notaba la sangre lati�ndole en los o�dos.Sent�a como si su vida hubiese estado edificada sobre una capa de hielo tan fina como el papel, y en aquellos momentos, el hielo empezara a agrietarse, amenazando con hundirla en la helada oscuridad que hab�a debajo.Al interior de las oscuras aguas, se dijo, donde todos los secretos de su madre iban a la deriva en las corrientes, los restos olvidados de una vida arruinada.Alz� los ojos hacia Luke.�ste parec�a fluctuar, poco definido, como si lo mirara a trav�s de un cristal empa�ado.-Mi padre �inquiri�-.Esa foto que mi madre siempre tuvo sobre la repisa de la chimenea.-�se no era tu padre �afirm� Luke.-�Existi� siquiera? �La voz de Clary aument� de intensidad-.�Hubo alguna vez un John Clark, o tambi�n lo invent� mi madre? -John Clark existi�.Pero no era tu padre.Era el hijo de los vecinos de tu madre cuando viv�ais en el East Village.Muri� en un accidente de autom�vil, tal y como tu madre te cont�, pero ella nunca le conoci� [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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.Me sent� en la diminuta habitaci�n del hotel barato que hab�amos alquilado e intent� razonar con ella, pero no sirvi� de nada.Era obstinada.Al final me dijo el motivo: volv�a a estar embarazada, y hac�a semanas que lo sab�a.Crear�a una nueva vida para ella y su beb�, y no quer�a que ning�n susurro de la Clave o la Alianza contaminaran jam�s su futuro.Me mostr� el amuleto que hab�a cogido de entre el mont�n de huesos; lo vendi� en el mercado de las pulgas de Clignancourt, y con el dinero compr� un billete de avi�n.No quiso decirme a d�nde se dirig�a.Cuanto m�s pudiera alejarse de Idris, dijo, mejor.Yo sab�a que dejar su antigua vida atr�s significaba dejarme atr�s tambi�n a m�, y discut� con ella, pero en vano.Sab�a que de no haber sido por la criatura que esperaba, se habr�a quitado la vida, y puesto que perderla en beneficio del mundo de los mundanos era mejor que perderla a manos de lamuerte, finalmente acced� de mala gana a su plan.Y as� fue como la desped� en el aeropuerto.Las �ltimas palabras que Jocelyn me dijo en aquella deprimente sala de embarque me helaron los huesos: "Valentine no est� muerto".Despu�s de que ella se marchara, regres� con mi jaur�a, pero no hall� la paz all�.Siempre hab�a un vac�o doloroso en mi interior, y siempre despertaba con su nombre sin pronunciar en los labios.No era el l�der que hab�a sido; lo sab�a.Era justo y equitativo, pero distante; no consegu�a encontrar amigos entre los seres lobo, ni una compa�era.Era, al fin y al cabo, demasiado humano, demasiado cazador de sombras, para estar en paz entre los lic�ntropos.Cazaba, pero la caza no me proporcionaba satisfacci�n, y cuando lleg� el momento de firmar por fin los Acuerdos, entr� en la ciudad para firmarlo.En el Sal�n del �ngel, bien fregada ya la sangre, los cazadores de sombras y las cuatro ramas de los medio humanos se sentaron otra vez para firmar los documentos que traer�an la paz entre nosotros.Me qued� estupefacto al ver a los Lightwood, a los que pareci� sorprender igualmente que yo no estuviese muerto.Ellos mismos, dijeron, junto con Hodge Starkweather y Michael Wayland, eran los �nicos miembros del antiguo C�rculo que hab�an escapado de la muerte aquella noche en el Sal�n.Michael, destrozado de dolor por la p�rdida de su esposa, se hab�a ocultado en su finca del campo con su joven hijo.La Clave hab�a castigado a los otros tres con el exilio: se iban hacia Nueva York, para dirigir el Instituto que hab�a all�.Los Lightwood, que ten�an conexiones con las familias m�s importantes de la Clave, escaparon con una sentencia mucho m�s leve que Hodge.A �ste le impusieron una maldici�n: ir�a con ellos, pero si alguna vez abandonaba el terreno consagrado del Instituto, se le dar�a muerte inmediatamente.Estaba dedicado a sus estudios, dijeron, y ser�a un magn�fico tutor para sus hijos.Una vez firmados los Acuerdos, me levant� de la silla y abandon� la sala, bajando al r�o donde hab�a encontrado a Jocelyn la noche del Levantamiento.Mientras contemplaba c�mo flu�an las oscuras aguas, supe que jam�s podr�a hallar la paz en mi pa�s: ten�a que estar con ella o en ninguna parte.Decid� buscarla.Abandon� a mi jaur�a, nombrando a otro para que ocupara mi puesto; creo que se sintieron aliviados al verme marchar.Viaj� como viaja un lobo sin jaur�a: solo, de noche, siguiendo las sendas apartadas y los caminos rurales.Regres� a Par�s, pero no encontr� ninguna pista all�.Luego fui a Londres.De Londres tom� un barco a Boston.Permanec� un tiempo en las ciudades, luego en las White Mountains del helado norte.Viaj� much�simo, pero me encontr� pensando cada vez m�s en Nueva York, y en los cazadores de sombras exiliados all�.Jocelyn, en cierto modo, tambi�n era una exiliada.Por fin llegu� a Nueva York con una �nica bolsa de lona y sin la menor idea de d�nde buscar a tu madre.Me habr�a resultado f�cil localizar una jaur�a de lobos y unirme a ella, pero me resist� a ello.Tal y como hab�a hecho en otras ciudades, envi� mensajes a trav�s del Submundo, buscando cualquier se�al de Jocelyn, pero no hab�a nada, ni una noticia; era como si sencillamente hubiese desaparecido en el mundo de los mundanos sin dejar rastro.Empec� a desesperar.Al final, la encontr� por casualidad.Rondaba por las calles del SOHO, al azar, y mientras permanec�a parado sobre los adoquines de la calle Broome, una pintura colgada en el escaparate de una galer�a me llam� la atenci�n.Era el estudio de un paisaje que reconoc� de inmediato: la vista desde las ventanas de la casa solariega de su familia, la enorme y verde extensi�n de c�sped descendiendo hasta la l�nea de �rboles que ocultaban la calzada situada al otro lado.Reconoc� el estilo, el manejo del pincel, todo.Golpe� lapuerta de la galer�a, pero estaba cerrada y con llave.Regres� a la pintura, y en esta ocasi�n vi la firma.Era la primera vez que hab�a visto su nuevo nombre: Jocelyn Fray.Llegada la tarde, ya la hab�a encontrado, viviendo en el quinto de un edificio sin ascensor, en aquel refugio de artistas que es el East Village.Sub� las mugrientas escaleras pobremente iluminadas con el coraz�n en un pu�o, y llam� a su puerta.La abri� una ni�ita con trenzas color rojo oscuro y ojos inquisitivos.Y luego, detr�s de ella, vi a Jocelyn andando hacia m�, con las manos manchadas de pintura y el rostro exactamente igual a como hab�a sido cuando �ramos ni�os.El resto ya lo conoces.22 LAS RUINAS DE RENWICK Durante un largo rato despu�s de que Luke acabara de hablar, rein� el silencio en la celda.El �nico ruido era el tenue goteo del agua por las paredes de piedra.-Di algo, Clary �pidi� �l finalmente.-�Qu� es lo que quieres que diga? -�Tal vez que lo comprendes? �sugiri� �l con un suspiro.Clary notaba la sangre lati�ndole en los o�dos.Sent�a como si su vida hubiese estado edificada sobre una capa de hielo tan fina como el papel, y en aquellos momentos, el hielo empezara a agrietarse, amenazando con hundirla en la helada oscuridad que hab�a debajo.Al interior de las oscuras aguas, se dijo, donde todos los secretos de su madre iban a la deriva en las corrientes, los restos olvidados de una vida arruinada.Alz� los ojos hacia Luke.�ste parec�a fluctuar, poco definido, como si lo mirara a trav�s de un cristal empa�ado.-Mi padre �inquiri�-.Esa foto que mi madre siempre tuvo sobre la repisa de la chimenea.-�se no era tu padre �afirm� Luke.-�Existi� siquiera? �La voz de Clary aument� de intensidad-.�Hubo alguna vez un John Clark, o tambi�n lo invent� mi madre? -John Clark existi�.Pero no era tu padre.Era el hijo de los vecinos de tu madre cuando viv�ais en el East Village.Muri� en un accidente de autom�vil, tal y como tu madre te cont�, pero ella nunca le conoci� [ Pobierz całość w formacie PDF ]